miércoles, 25 de marzo de 2009


En este vaso de cantina juego a emborracharme
Juego a ser mujer, a ser hombre, escritora, nada, hija, chilena, obrero. Juego a escuchar y he jugado a ser de mi el odio y la risa.
Estoy enamorada del cielo que aparece luego de las apariencias infernales de la tierra, me siento protegido como las fantasías de un gran poeta, aislado y único, fuera del alcance de ciertos enigmas y buscando un misterio donde prolongar tanta certidumbre.
La tranquilidad de mi habitación primera, la comunión con mi familia, la plenitud de la conciencia y la imaginación, los estimulantes y el desierto erótico, la soledad, la música y el olvido de todo.
En esto me la paso, en este traspaso hacia un detalle de la historia, de la inmaterialidad hacia el objeto, la consagración de mi espíritu en este porcentaje corpóreo y asexuado.
Me gusta la vejez del no tiempo, el agotamiento indudable del paso a paso en este mundo y a pesar de la memoria borrada, suprimida donde sólo queda un instinto. Juego a ser intuitivo como juego a ser dios y demonio.
Hay entre todo esto un secreto permanente susurrándome al oído y una especie de corazonada hace de mí una fogata en medio del frío. ¿Quién es el que habla?
¿Quién el que escribe?
Hay un alguien superior en mí destinado a reconocer en el lenguaje a un gran grande amor, tantas posibilidades de apareamiento y con ello tantos hijos sin apellido, pero para que los apellidos si con un nombre basta, un sonido o pura libertad.
Todo es eternamente transformable, tan maleable puede ser la realidad y tan estricta en su estructura. ¿Quién es el que escucha? ¿Quién el sacerdote oculto?
El otro día y ante el encuentro con una gitana hablé como el vampiro transilvánico e internacional que vibra dentro de mí – ¡yo no hago la cruz!- dije con voz segura y apasionada como quien se ha independizado de todo. Ella amenazante y bajo el arma del miedo intentaba aterrorizarme y con ello llevarse mi dinero. Pero ya no siento miedo y eso es algo de lo que puedo sentirme satisfecho. Hubo allí una contradicción, una guerra de fuerzas y convicciones, también un fastidio y un enojo final en mí por su denigrante utilización de lo sagrado. ¡Maldita perra, falsa bruja y pésimo demonio indigno!.
Me fui molesta viendo como un grupo de ladrones ejerce presiones para sobrevivir a la mejor manera en este extraño mundo, y seguramente con resultados exitosos ante otras víctimas menos convencidas que yo de las cosas en las que creen.
De todas formas me permitió ver mi fortaleza y la humanidad en la que visualizaba mis inevitables dudas. ¿Quién es el verdugo?
¿Quién el decapitado?

18 de septiembre de 2008, fiestas patrias y luego de una estimulante película del señor erre, Raúl Ruiz.





Para dar comienzo al mundo me incerto en él cual charlatán de bajo suelo para decir libremente cuanto se me antoje.