Venía yo subiendo la escalera hacia el cerro donde queda mi casa, la luz sol ya se había ido. Arriba estaba ella, primero pensé que era una mujer grande, luego un hombre. Me voy acercando y me doy cuenta de que era una niña, estaba sola y tuve la sensación de que no era real, desde lejos se arreglaba un chal que llevaba puesto sobre los hombros cual sabio seguro de sus conocimientos. La vi como un ángel, un espíritu de la tierra, un extraterrestre, un ser otro.
Casi llego a su lado, yo subiendo, me mira profundamente y saca un remolino gigante y azul que colgaba de un hilo entre sus manos. No podía creer que la imagen se volviera cada vez más onírica. Me mira y el ángel extraterrestre me dice lentamente:
- Se ve hermosa -.
Me puse nerviosa al no saber a que clase de criatura me enfrentaba. Torpemente le digo - tú también te ves muy linda -.
Ella me interrumpe - usted también me ve así porque hoy tuve un acto y tuve que disfrazarme de mujer mapuche – yo lo entendía todo, hay un mundo poderoso que se entrecruza mágicamente entre las realidades. A veces siento que de ese mundo viene mi espíritu, esa parte de mí que está más elevada de lo que logro percibir en este minuto en este cuerpo humano.
Justo había estado conversando con una amiga de Perú acerca de la catarsis que vivimos los chilenos durante estas fiestas, como si viviéramos todo el tiempo con la libertad del alma apretada, extraviados en un híbrido mitológico, como un animal deforme con patas de español, torso de hiena y cabeza de mapuche rezando en inglés. Somos tozudos como los guerreros del sur y con gran terquedad renegamos de nuestras raíces respingando nuestras narices en centros de belleza para parecer europeos.
Fascinada entre sus ropas de sabia el ángel estaba de acuerdo conmigo, me despido de mi amiga y parto convencida del mundo que se levanta hoy ante nuestros ojos, cada vez más lúcido, rodeado de criaturas aladas que caminan entre los otros ciegos. Hay que despertar a los muertos ¡Lázaro! ¡Levántate por la cresta! ¡Hombre flojo! ¡Sale a pescar! ¡Sale a pescar! Que la mar está tan linda y tú no eres capaz de ver más allá de tu ego.
SAM.
Casi llego a su lado, yo subiendo, me mira profundamente y saca un remolino gigante y azul que colgaba de un hilo entre sus manos. No podía creer que la imagen se volviera cada vez más onírica. Me mira y el ángel extraterrestre me dice lentamente:
- Se ve hermosa -.
Me puse nerviosa al no saber a que clase de criatura me enfrentaba. Torpemente le digo - tú también te ves muy linda -.
Ella me interrumpe - usted también me ve así porque hoy tuve un acto y tuve que disfrazarme de mujer mapuche – yo lo entendía todo, hay un mundo poderoso que se entrecruza mágicamente entre las realidades. A veces siento que de ese mundo viene mi espíritu, esa parte de mí que está más elevada de lo que logro percibir en este minuto en este cuerpo humano.
Justo había estado conversando con una amiga de Perú acerca de la catarsis que vivimos los chilenos durante estas fiestas, como si viviéramos todo el tiempo con la libertad del alma apretada, extraviados en un híbrido mitológico, como un animal deforme con patas de español, torso de hiena y cabeza de mapuche rezando en inglés. Somos tozudos como los guerreros del sur y con gran terquedad renegamos de nuestras raíces respingando nuestras narices en centros de belleza para parecer europeos.
Fascinada entre sus ropas de sabia el ángel estaba de acuerdo conmigo, me despido de mi amiga y parto convencida del mundo que se levanta hoy ante nuestros ojos, cada vez más lúcido, rodeado de criaturas aladas que caminan entre los otros ciegos. Hay que despertar a los muertos ¡Lázaro! ¡Levántate por la cresta! ¡Hombre flojo! ¡Sale a pescar! ¡Sale a pescar! Que la mar está tan linda y tú no eres capaz de ver más allá de tu ego.
SAM.