domingo, 6 de septiembre de 2009

Una antiguedad para compartir de otras mussas ya muertos


Gargantas amarillas, cuencos y serpentinas de fiesta destripadas y esparcidas como víctimas del desenfreno

Las guitarras muestran sus colores melódicos ante mi presencia de esponja. Me paralizo ante los hombres más hermosos y pienso en el animal. Las figuras corporales, los dones del cielo, maravillosos los creadores repartidos por toda la tierra, abrazados al canal de los amores y conjugando honores a la sutilidad fatal de la realidad con la cual jamás han estado ni remotamente de acuerdo

Todos los porfiados haciendo de las suyas.
Yo recojo mis huesos y los vuelvo a contar.
Moriría por profundizar en la música.
Todos los tiempos son uno.
Gargantas verdes asombradas de la creación. Hay una creatividad aguda como enfurecimiento solapado cociendo nuestras cabezas en los cimientos de la sociedad.
Por suerte hemos despertado a tiempo – Amor mío, escóndete bajo la luz – No muestres la hilacha de esa forma que nos destruye. Hemos aparecido como estrategas en la oscuridad, calumniado a los más antiguos para estar juntos y sin remordimientos existentes ni falsos vestigios del aprendizaje erróneo, para gozar libremente de un erotismo de ángeles encarnados. Así es, eso es el paraíso, tú y yo dando la bienvenida a los amigos en nuestra casa para saber que en algún momento se tendrán que ir y quedaremos solos otra vez. Un estado sublime parpadea entre los objetos que se sujetan en el aire, entre las paredes que hemos visto han condenado nuestra vida en la ciudad, lejos de nuestro hábitat. Recuerda que somos salvajes y por serlo estamos perdidos entre el mestizaje de la incomprensión. Sin embargo, es finalmente en este lugar donde nos hemos amado, porque la verdad es que yo te he amado con locura de desesperación y he nombrado mi carne como parte de la realeza de los suelos en nuestro nombre.

El amor es el único fin de lo infinito. La última palabra y la primera conciencia.
Gargantas azules, gárgolas de definidos rasgos y sorpresas en el espíritu. Un obsequio como regalo sin apellido ni etiqueta viene a buscarme como quien encuentra su propio mundo perdido.

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